Estuve frente a la fría piedra hecha de letras
y conseguí llenar mi bolsillo con tumbas de flores,
a cada paso un destello luminoso sobre el encierro en blanco,
un solo soplo para llenar el restángulo del misterio.
Vosotros fuisteis aquello que todos queremos,
un buen puñado de airadas andanzas por escrito,
algo más que semblantes de sueño y carcoma,
temibles gigantes perpretando la imposible felicidad.
Os recuerdo y os temo por querer y sentir,
por asomar vuestras largas capas por entre mis dedos,
y no puedo por más que adorar vuestra suerte
aun sabiendo que en vida acotarais la miseria.
Os he tenido tan cerca...
Y sin embargo no he tenido valor.
Ahora dudo que el Dorado me reconozca
o que mi futura morada sea vuestra blanca piedra.
martes, 14 de abril de 2009
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